Por: Mariana Ledezma Treviño, Coordinador de Desarrollo y Liderazgo en FEMSA.
Me encanta cocinar. Disfruto mucho experimentar en la cocina y probar nuevas combinaciones y platillos. Una de mis metas personales es estudiar gastronomía y aprender formalmente. Y no, eso no significa que tenga planes de abandonar la carrera profesional que estoy construyendo en FEMSA, al contrario; a mis 26 años estoy convencida de que la única manera de vivir en balance es buscar la manera de alimentar todas esas pasiones que nos hacen sentirnos vivos. Y mi trabajo es una de ellas.
Soy Licenciada en Psicología Organizacional de profesión y de corazón. Siempre llamó mi atención la parte humana de las empresas y el entender por qué somos como somos y hacemos lo que hacemos, en parte porque desde muy chica vi a mi mamá dedicar su vida a ello, pero también porque creo que la calidad de una empresa se ve reflejada en la calidad de su gente. Y el mundo necesita empresas de calidad.
Llegué al área de Planeación y Desarrollo Organizacional de FEMSA hace apenas 3 años, primero como analista y ahora como coordinadora, y en este tiempo he comprobado que, si la empresa ha llegado a ser lo que es hoy, es gracias a todos esos hombres y mujeres que se comprometieron con su misión; esa gente que se levanta todos los días dispuesta a dar más allá de lo que se espera de ellos, con el único objetivo de contribuir en la creación de un mejor lugar para vivir.
Y eso fue precisamente lo que me trajo aquí.
Como jóvenes tenemos grandes sueños, pero también grandes preocupaciones: hemos dejado de ver el cambio climático como un problema a futuro, para experimentarlo en carne propia siendo testigos de sus efectos como lluvias torrenciales, sequías, huracanes y climas extremos. Vivimos también en un mundo rodeado de desperdicio y basura, lo que nos ha llevado a ser cada vez más conscientes de lo que estamos consumiendo y lo que estamos reciclando.
Me enorgullece pertenecer a una generación que trata de ser cada vez más vocal, que habla por el que no puede y que no se queda callada cuando algo va en contra de sus valores o creencias.
Este despertar ético y moral nos tiene en una continua conversación entre amigos y compañeros, sobre qué más podemos hacer para procurar un mejor futuro para nosotros y para las próximas generaciones.
La tarea es muy grande, pero me da tranquilidad sentirme respaldada por FEMSA, una empresa que comparte mis inquietudes, que ya abrió camino en estos temas y que cuenta con proyectos increíbles que me permiten potenciar mi contribución al mundo.
Y no sólo eso, también aquí he conocido a otros jóvenes talentosos con una visión similar a la mía, y que más que compañeros de trabajo, hoy considero de mis mejores amigos.
Sabemos que en FEMSA, nuestros esfuerzos y aportaciones adquieren más impacto y tienen mucho más alcance de lo que podríamos lograr en lo individual.
Hace tiempo, un maestro al que admiro mucho y que llegó a ser un mentor para mí, me hizo reflexionar en un concepto que hoy en día es clave en mi vida: trascender.
Él decía que el camino a la trascendencia iniciaba siendo honestos y claros con aquello que es importante para cada uno de nosotros.
Cuando eres joven, el mundo no se cansa de decirte lo que debería ser importante para ti: formar una familia, tener una buena posición económica, emprender, viajar… y la lista sigue.
Sin embargo, está en cada uno identificar esa meta y dejarla que se convierta en nuestra brújula y motor diario.
Eso es lo que necesita el mundo: personas apasionadas en lo que ellos encuentran trascendente y en lo que ellos consideran importante.
Para algunos la trascendencia estará en ganar una medalla olímpica, para otros tener un yate y navegar por el mundo, y para otros más, ir de la mano de una gran empresa en su misión de crear un mundo mejor… y cocinar deliciosas creaciones con la otra.
La receta no es la misma para todos.
¿Cuál es la tuya?
